Michael Maldonado
Placida
Saavedra miro aquel cuarto solitario, vació, oscuro, la
miro fijamente, mientras sus ojos se llenaban de lagrimas, los goznes de la
puerta no dejaba de sonar, se sentó como pudo en una silla apolillada por la
miseria de la indiferencia, se toco su cara labrada de arrugas, su cabello
encanecido por el paso otoñal de los años, dibujaba una imagen de extraña
ternura, entonces ella, no había envejecido tanto, cuando recordó aquel
cuadro de imágenes vivas….
alzo la mano queriendo acariciar aquel l rostro que no veía, hizo un esfuerzo sobrenatural, la clara de luz reflejaba su hueso de su antebrazo, la piel no se resistía a morir, invoco con piedad supina, no puedo más, dijo, su recuerdos se hiso lejano y triste, al lado auscultaba con mucha pena Elena, llevaba un manto blanco, descalza sobre el piso gélido lo beso la frente luego la mejilla luego dijo una frase sacada por circunstancias ajenas, su corazón no dejaba de latir, sonrió….te acuerdas aquel día, de noches desoladas cuanto todo te daba miedo, aun eras muy pequeño, te contaba un cuento que escuchaba de la mama Rosario, tu Andrés te quedaba en silencio y yo te arropaba entre mi pecho y te quedaba dormido, cómo no recordar esa noche los truenos no dejaban de sonar, y en nuestras soledades ajenas te cantaba un villancico aprendido de pura pena, te acuerdas como saltaba pellejo cuando tu le lanzabas un retazo de tallo solitario entre tanta leña para cocinar, este pellejo muy taimado, venía a nosotros con el tallo para que se lo quite, nosotros nos divertíamos tanto, te acuerdas Andrés cuando solíamos ver la noche estrellada dar el último destello, y tú me señalaba una estrella en el horizonte y yo te dije que era mi padre que nos protege y nos cuida….Placida Saavedra escucho a su propia voz que le susurraba al oído, el sufrimiento lo retuerce el alma, hizo un esfuerzo y miro por última vez aquel cuarto y recordó en su memoria precaria un poema de Vallejo,...Dios mío...tú no tienes María que se van, lo recito en un silencio prolongado… sintió un suave viento acariciar su enjuto cuerpo, exclamo por sus hijos, exclamo por Andrés, su mama Rosario, por sus nietos entonces Elena lo tomo de la mano, y le canto una canción….
alzo la mano queriendo acariciar aquel l rostro que no veía, hizo un esfuerzo sobrenatural, la clara de luz reflejaba su hueso de su antebrazo, la piel no se resistía a morir, invoco con piedad supina, no puedo más, dijo, su recuerdos se hiso lejano y triste, al lado auscultaba con mucha pena Elena, llevaba un manto blanco, descalza sobre el piso gélido lo beso la frente luego la mejilla luego dijo una frase sacada por circunstancias ajenas, su corazón no dejaba de latir, sonrió….te acuerdas aquel día, de noches desoladas cuanto todo te daba miedo, aun eras muy pequeño, te contaba un cuento que escuchaba de la mama Rosario, tu Andrés te quedaba en silencio y yo te arropaba entre mi pecho y te quedaba dormido, cómo no recordar esa noche los truenos no dejaban de sonar, y en nuestras soledades ajenas te cantaba un villancico aprendido de pura pena, te acuerdas como saltaba pellejo cuando tu le lanzabas un retazo de tallo solitario entre tanta leña para cocinar, este pellejo muy taimado, venía a nosotros con el tallo para que se lo quite, nosotros nos divertíamos tanto, te acuerdas Andrés cuando solíamos ver la noche estrellada dar el último destello, y tú me señalaba una estrella en el horizonte y yo te dije que era mi padre que nos protege y nos cuida….Placida Saavedra escucho a su propia voz que le susurraba al oído, el sufrimiento lo retuerce el alma, hizo un esfuerzo y miro por última vez aquel cuarto y recordó en su memoria precaria un poema de Vallejo,...Dios mío...tú no tienes María que se van, lo recito en un silencio prolongado… sintió un suave viento acariciar su enjuto cuerpo, exclamo por sus hijos, exclamo por Andrés, su mama Rosario, por sus nietos entonces Elena lo tomo de la mano, y le canto una canción….
Yo no le canto a la luna
Porque alumbra y nada más
Le canto porque ella sabe
De mi largo caminar…
La agonía de la noche empezó a
cubrir la soledad de la tarde, entonces ella escucho un sonido sideral de los
cielos y se dio cuenta que ya era hora de partir…. un sendero solo de pena y
silencio llego, sabes Dios que angustia te acompaño, que dolores viejo apago tu
voz, te vas Yolanda Placida Saavedra Castillo con tu soledad, te vas hacia allá
como un sueño dormida, vestida como el mar, algún día nos reuniéremos todos nuevamente
sentado alrededor escuchando aquellos cuentos que nos la solías contar, juntos
con todos tus nietos haremos un ronda y bailaremos aquel vals santiaguino que
te gustaba bailar, te vas mi querida abuela DIOS LO ILUMINE EN SU GLORIA ETERNA
1 comentario:
tu abuelita fue muy buena y te prometo q siempre la recordare pronto nos veremos amigo y la recordaremos juntos :)
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